Lo que tenemos es regalo del Señor



— El próximo domingo la primera lectura nos habla de una viña plantada por el Señor: Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña. Mi amigo tenía una viña en fértil collado. La entrecavó, la descantó, y plantó buenas cepas; construyó en medio una torre y cavó un lagar. Y esperó que diese uvas, pero dio agrazones (Is 5,1-2). Dios nos ha dado mucho para que seamos felices y sirvamos a los demás. Ser agradecidos. Que es poner los medios para dar fruto: ¿qué estoy aportando con mi vida, con mi trabajo, con mi ejemplo, con mi palabra, a la santidad de los demás?
— En el evangelio nos pone un ejemplo que nos hace pensar cómo a veces estamos tan a lo nuestro, que vivimos como si no fuera Él quien nos ha dado todo: –Escuchad otra parábola: Había un hombre, dueño de una propiedad, que plantó una viña, la rodeó de una cerca y cavó en ella un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos de allí.  34 Cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió a sus siervos a los labradores para recibir sus frutos.  35 Pero los labradores agarraron a los siervos y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y a otro lo lapidaron (Mt 21,33-35).
— A veces podemos ir por la vida como aquellos labradores que disfrutaban de la viña como si fuera suya, sin tomar en consideración al dueño que les había dado trabajo con el que sacar adelante sus familias. El Señor nos da en la juventud salud y vigor físico, abre grandes ideales, a cada uno le ha dado inteligencia, simpatía, y varios dones particulares (ser bueno en algún deporte, tocar música o cantar, habilidades varias, etc.) y como aquellos labradores podemos olvidarnos de que son dones recibidos del Señor para hacerlos rendir al servicio de Dios y de los demás, y usarlos para nuestro gusto o caprichos, al servicio de nuestra vanidad, egoísmo o sensualidad.
— La parábola de Jesús sigue con tonos cada vez más dramáticos: 36 De nuevo envió a otros siervos, más numerosos que los primeros, pero les hicieron lo mismo.  37 Por último les envió a su hijo, pensando: "A mi hijo lo respetarán". 38 Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: "Éste es el heredero. Vamos, lo mataremos y nos quedaremos con su heredad". 39 Y lo agarraron, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron. 40 Cuando venga el amo de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?  41 Le contestaron: -A esos malvados les dará una mala muerte, y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo (Mt 21,36-41).
— Lo contrario del egoísmo, que lleva a la tristeza, es el agradecimiento y la generosidad, que libera de preocupaciones tontas y nos llena de la más profunda alegría. Es lo que nos enseña san Pablo su carta a los Filipenses: Hermanos: Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Finalmente, hermanos, todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta. Y lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis, visteis en mi, ponedlo por obra. Y el Dios de la paz estará con vosotros (Flp 4,6-9).
— En este diálogo personal con el Señor tenemos una oportunidad para abrirle nuestro corazón con sinceridad y ver qué hay en él: para quitar la complacencia en nosotros mismos, el afán egoísta por lo nuestro, y para llenarlo de agradecimiento y buenos propósitos para alcanzar grandes ideales.
— El Señor hizo cosas grandes en la Virgen, porque se complació en su humildad. Pidámosle a Ella esa sencillez que tanto agrada a Dios y nos abre a recibir la abundancia de sus dones.

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